Norman Pérez Bello

Un militante de la vida

“Norman No está muerto.
Él nos sigue acompañando
y nosotros continuaremos
su trabajo”

En el lenguaje tradicional deberíamos calificarlo como un héroe, porque fue víctima de las balas asesinas del Estado como consecuencia de su lucha incansable por crear en Colombia condiciones de vida justa y digna para los excluidos de siempre. Esta lucha la empezó él cuando todavía era un niño, luego siendo estudiante de bachillerato en Sogamoso y por último como un joven estudiante universitario, misionero y defensor de las comunidades eclesiales de base.

Él fue víctima consciente de una causa. El P. Javier Giraldo, SJ, en su libro “AQUELLAS MUERTES QUE HICIERON RESPLANDECER LA VIDA” nos dice:

 

“…podemos descubrir como causa del asesinato, la militancia de la víctima en organizaciones reivindicativas, políticas o humanitarias; su adhesión a determinadas ideologías; su participación en acciones de denuncia o de protesta; su negativa a cumplir, por razones éticas o ideológicas, determinadas exigencias que se les pretendieron imponer. Estas fueron víctimas conscientes de una causa”.

 

Lo más probable es que el asesinato de Norman no quepa dentro de los cánones normales que usa la Iglesia para calificar a alguien como mártir. Sin embargo, hay argumentos en los documentos de la Iglesia Latinoamericana que nos permiten atribuirle este honor. Por ejemplo, el texto de la II Conferencia del Episcopado latinoamericano en Medellín (1968), dice:

 

“América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada, cuando, por defecto de las estructuras de la empresa industrial y agrícola, de la economía nacional e internacional, de la vida cultural y política, poblaciones enteras faltas de lo necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y responsabilidad, lo mismo que toda promoción cultural y de participación en la vida social y política, violándose así sus derechos fundamentales…”

“Allí donde encuentran injustas desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales, hay un rechazo del don de la paz del Señor, más aún, un rechazo del Señor mismo”.

Es, entonces, evidente que luchar contra un estado de cosas injustas es luchar por el Reino de Dios que Jesús anunció y practicó. Y alguien a quien le quitan la vida por esta razón, es un mártir. Es posible que el asesino no pensaba de esta manera, pero eso mismo pasó con los asesinos de Jesús: ellos no sabían que Jesús era el Hijo de Dios, pero lo mataron por lo que decía y hacía. En el caso de Norman, también lo mataron por lo que decía y lo que hacía.

Concluyamos esta parte con unas frases del documento de los Obispos en la Conferencia de Puebla (2008). “La conciencia de la misión evangelizadora de la Iglesia la ha llevado a publicar en estos 10 años una cantidad impresionante de Cartas Pastorales y Declaraciones sobre la Justicia social, a crear organismos de solidaridad con los que sufren, de denuncia de los atropellos y de defensa de los derechos humanos; a alentar la opción de sacerdotes y religiosos por los pobres y marginados; a soportar la persecución y, a veces, la muerte, en testimonio de su misión profética”. N° 51.

“La denuncia profética de la Iglesia y sus compromisos concretos con el pobre le han traído en no pocos casos persecuciones y vejaciones de diversa índole; los mismos pobres han sido las primeras víctimas de esas vejaciones”. N° 901

“Caminamos seguros de que el Señor sabrá convertir tanto dolor, sangre y muertes, que en el camino de la historia van dejando nuestros pueblos y nuestra Iglesia. Los últimos 10 años han sido duros y violentos en América Latina. Esperamos que el Señor los convierta en semillas de resurrección”. N° 165.

 

NORMAN PEREZ BELLO: HIJO DE LA TIERRA

 

“…y si alguien me quiere recordar,
que no me llore ni me extrañe.
Que cierre su puño,
me tome de la mano
y se funda con mi gente en un solo canto”

Norman nació en Sogamoso, tierra de dioses chibchas, hijo de la tierra, el maíz y el agua, guerrero por naturaleza. Cristiano y revolucionario por convicción.

Nació el 29 de junio de 1967, en Sogamoso, Boyacá. Hizo sus primeros estudios y su bachillerato en establecimientos públicos. Se graduó de bachiller en el Instituto Integrado Joaquín González Camargo, de Sogamoso, en el año 86.

Desde sus años de bachillerato manifestó una inocultable tendencia a la acción social y política. Primero hizo parte de la asociación Estudiantil Sogamoseña (ASES). Luego se integró al movimiento juvenil Kigwe-Yacta (Tierra de Hermanos), cuya sede en Sogamoso fue allanada y Norman con otro compañero fueron detenidos. Al cabo de varias semanas fueron puestos en libertad, libres de todo cargo.

En junio del 88 ingresó a la Universidad Nacional a estudiar psicología, al tiempo que trabajaba para sostenerse. Al final del 89 se vinculó al trabajo pastoral de la parroquia San Bernandino, en el Barrio José A Galán de Bosa. Este compromiso lo mantuvo hasta el final de su vida.

Desde enero de 1990 vivió en Bosa, junto con otros compañeros, dedicado a estudiar ciencias sociales en la Universidad Distrital y animar diferentes grupos de pastoral.

El 5 de junio participó en la Asamblea Regional de las Comunidades Eclesiales de Base. Allí fue elegido para hacer parte de la delegación de Bogotá a la Asamblea Nacional que se celebraría al final del mismo mes en Cali. Este compromiso lo llenó de ilusión.

Desgraciadamente no pudo participar en el evento. El 10 del mismo mes, hacia las 4 de la tarde, cuatro balas asesinas cegaron su vida en la ciudad de Bogotá.

Al día siguiente se divulgó la noticia. Los habitantes de Bosa acudieron masivamente a una Eucaristía que se celebró en el templo parroquial, a las 9 pm. Sus familiares lo trasladaron esa misma noche a Sogamoso. Esto no fue obstáculo para que sus numerosos amigos fletaran un bus y se fueran a acompañarlo con cantos y oraciones hasta su última morada. Así demostraron el inmenso cariño que le tenían. Sus familiares quedaron admirados al ver que “el corto camino trasegado por Norman caló tan hondo, dejando a su paso una huella de amor, fraternidad y compromiso con la sociedad”.


[1] Giraldo, Javier SJ., Aquellas Muertes que hicieron resplandecer la Vida, pág. 9.
[1] Medellín, documento II, N° 1, 16.